Rúbrica
La democracia colapsó
Por Aurelio Contreras Moreno
La determinación de este lunes del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación respecto de las impugnaciones a los comicios presidenciales, bien
podría hacer las veces de “acta de defunción” de la transición a la democracia
iniciada hace 30 años.
Por una mayoría de cuatro votos contra dos, los magistrados con los que el
obradorato “colonizó” el alguna vez sólido órgano jurisdiccional legitimaron la
elección de Estado más descarada desde los comicios de 1988 y de alguna
manera se cerró el círculo que anula la pluralidad y devolverá al país a un estadio
antidemocrático y ascendentemente autoritario.
La Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación
desechó por “infundadas” todas las impugnaciones que pedían la nulidad de la
elección presidencial, a pesar de que reconoció la existencia de irregularidades
graves, que se cometieron a la vista de todo México, pero que los juzgadores
prefirieron no mirar.
Los magistrados “pro-4t”, Mónica Soto, Claudia Valle, Felipe de la Mata y Felipe
Fuentes fueron pródigos en adjetivaciones para las denuncias de la oposición, a
las que tildaron de “vacías, incoherentes, deficientes, absurdas, inconsistentes,
aisladas o simples manifestaciones temerarias”, a pesar de que admitieron la
existencia de por lo menos dos situaciones que comprometieron por completo la
legalidad y legitimidad de todo el proceso.
Por un lado, la intervención cínica, sistemática, ilegal del mayor delincuente
electoral que hay en México y que se llama Andrés Manuel López Obrador, quien
en por lo menos 34 de esos ejercicios de propaganda que llaman “conferencias
mañaneras” violó la ley, benefició a su partido y a sus candidatos, con Claudia
Sheinbaum en rol protagónico, con todo el poder y los recursos del Estado
mexicano, generando condiciones de inequidad que no se habían vivido en más
de tres décadas. Ni siquiera en las controversiales elecciones de 2006, cuando el
todavía presidente actual acusó haber sido víctima exactamente de lo mismo que
hoy encabezó decididamente.
Aunado a ello, la también reconocida injerencia del crimen organizado en el
proceso electoral y que fue más allá de lo solamente evidente en gran parte del
territorio nacional, donde los delincuentes impusieron candidaturas, eliminaron a la
competencia y encumbraron autoridades y representantes populares que, en
realidad, lo que representan exclusivamente son sus intereses, que ya se sabe
cuáles son.
Nada de esto fue relevante para un tribunal que claudicó de su deber y razón de
existencia. Según estos magistrados, no hubo pruebas de las irregularidades y las
que hubo, no fueron suficientes ya no digamos para anular la elección, lo cual era
completamente improbable que sucediera, sino siquiera para imponer alguna
sanción a los responsables. La impunidad como estigma y destino de un país.
Las justificaciones serían de risa loca, si no representasen una verdadera tragedia
que pocos quieren voltear a ver. Para los magistrados electorales, la actuación de
los criminales fue “en lo local” y “no impactó” en la elección presidencial, pues se
trató de “hechos aislados”. Y las declaraciones de López Obrador sobre la
elección fueron “en lo general”, sin generar un “beneficio indebido” a Claudia
Sheinbaum o a Morena. La abyección convertida en resolución judicial.
Esta misma semana, se declarará oficialmente la validez y calificación de
la elección presidencial y se le entregará a Claudia Sheinbaum la constancia como
presidenta electa. Sin sentar precedente alguno de los abusos de poder e
ilegalidades que marcaron todo el proceso desde que la “virtual presidenta”
comenzó a violar la ley con su promoción política personal dos años antes de los
tiempos constitucionales.
A todo esto se sumarán la también ilegal sobrerrepresentación que los mismos
órganos electorales le regalarán al obradorato y la consiguiente aprobación de
reformas que demuelan las instituciones construidas en el periodo de una
transición democrática fallida y, peor aún, asesinada por sus principales
beneficiarios.
La democracia colapsó. Y lo que viene terminará engullendo también a quienes
hoy vociferan que son mayoría y le entregaron el futuro del país a una minoría
que, tarde que temprano, los aplastará igual.
Narcorrégimen
El “calambre” que le metió “El Mayo” Zambada al obradorato este fin de semana
es apenas la punta de una madeja gigantesca de complicidades que alcanzan el
más alto nivel y que trascienden al estado de Sinaloa.
En México hubo, hay y por lo visto seguirá, un sangriento narcorrégimen.
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